En este año de Terapia de Síntoma he aprendido algo que me da curiosidad seguir explorando. Al inicio tenía una hipótesis que ha ido cambiando. ¿Por qué debería traer a esta vida el recuerdo de la pierna rota, como una forma de dolor «inexplicable» en la pierna actual? Pensé que se trataba de que algunas lecciones están latentes según el equipo álmico o equipo de almas con el que hemos venido a esta encarnación. Es como si en un aula a veces te tocara hacer equipo con tu compañero B y C y luego con X y Z. Ya sabes que hay un antecedente cuando trabajas con B y C y otro con X y Z. Hoy, quizás algunos síntomas son más evidentes porque es la historia con B y C: tu madre y tu abuela de esta vida. Y así, con cada caso.
Aún es una observación que sigo haciendo, pero hay algo que puedo asegurar a estas alturas: coincidimos más de lo que pensamos, siempre nos estamos reencontrando. No es raro que quien hoy es tu madre ya haya jugado otro papel en tu vida. Tu pareja quizá fue tu hermana anteriormente. Somos un tejido complejo de relaciones afectivas transvida, ya sea que intervengan unos minutos o una relación que trascienda toda la vida. Incluso si sólo puso los genes. Los padres biológicos de mis amigos adoptivos pusieron información en ellos para gestionar en esta vida, aunque mis amistades no tengan idea de quiénes les engendraron. Y, en el caso de las madres, imprimieron también un primer entorno afectivo en el vientre. O una familia recibió durante un año a un alma para llenarle de amor porque ese ser debía sentirse amado y perdonado por ellos, aunque su paso en esta vida haya sido muy corto y su trascendencia deje duelos inefables. Después quisiera abordar más estos casos.
El hecho es que hacemos equipo más veces de lo que creemos y, muy parecido al caso de la escuela, en el que a veces compartimos unos minutos afuera del baño platicando con alguien a quien no conocíamos y terminamos formando una nueva y valiosa amistad, de igual manera, a veces quien nos ayudó a salir de un escombro en un terremoto, el soldado que nos disparó y ultimó nuestra vida, se vuelven almas con las que volvemos a coincidir para ir forjando relaciones más complejas.
El fin es uno sólo, la unicidad. Todos somos uno mismo y regresaremos a La Fuente. Y regresaremos en el más elevado amor y gratitud posible. Así que quien en una vida me dispara, quizá después, sea aquél que me ha ofrecido su ayuda incondicional o quien intervino a salvarme en el momento preciso.
Y así vamos sumando.

Deja un comentario